Jornada I
Tras dos días intensos de música me siento vacío de ella y a la vez colmado.Llegamos a Cáceres con la ilusión puesta en nuestras entradas compradas en la FNAC, con impuesto revolucionario incluído y en nuestra nevera, llena de cerveza, queso y cacahuetes.
Tras pasar por el hotel (estamos mayores para las pseudo-acampadas de los festivales; siempre me he preguntado si alguien logra dormir más de media hora seguida allí) y comer algo en un bar carnívoro recomendado por el recepcionista agradable y gordito y tras desoír sus recomendaciones de ir al recinto Hípico en autobús, aparecimos con nuestro carro por las inmediaciones del Extremúsika.
Decidimos aparcar al lado de unos veteranos con carácter: unos barones del rock.
Tras recorrer 500 metros de coches, peña, bebidas y algo de campo atravesamos el siempre desagradable paso fronterizo de la pulserita, los juratas y el cacheo.
Afortunadamente eran muy majos y comprensivos y, de hecho, podía haberme puesto una pulsera de la señorita Pepis, que hubiera pasado igual.
Eran cerca de las once de la noche, los escenarios, dos, yuxtapuestos, y unas pantallas gigantes de dudosa calidad, se ubicaban en el fondo de lo que parecía un campo de fútbol, con su poquita grada y todo, pero visto que se llamaba “recinto hípico”, vete tú a saber.
Pereza estaba en el escenario de la derecha. Nos habíamos perdido muchos grupos, pero había que llegar a Cáceres y cenar un poquito, que luego te pilla la pájara en el momento más inoportuno. Los chicos son rockerillos y a mí me gustan, la verdad. Aunque mi cabra tire más hacia otro monte.
Les quedó muy bien la presentación de la banda: “El puto amo, el puto amo”. Se nota que les va el directo.
Tras pillar unos minis de cerveza, (aquí va todo con tickets como en Kentucky), nos movimos hasta el escenario de la izquierda. Los grupos iban alternando entre uno y otro. Esto facilitaba la puesta en escena de cada uno, aunque el tema del sonido era más complicado. Habría que haber probado antes de que empezara el primero, a eso de las dos de la tarde, y claro, muchos no habían probado. “Sí, sí…un, dos, check, check”.
Y allí apareció el grande de Kiko Veneno, inseguro con el sonido, me imagino que los monitores estarían haciendo de las suyas. Desde fuera se notaban las guitarras muy altas pero daba igual. La gente se suele entregar bastante, dentro de unos límites.
Comenzaba con “Lobo López”, una de nuestras preferidas: “Tengo que decirle que la echo de menoooo”.
El sonido fue mejorando, Kiko se fue animando y saltaron los Delinqüentes para echarle una mano y transformar aquello en una verbena.
Cerró con su “Volando voy”, histórico siempre un momento así.
Mientras salía Albertucho, que no goza de nuestra entrega (el muchacho no nos ha hecho ná, pero así es el gusto de cada uno), nos fuimos decididos a colarnos en el backstage. Un pinpín en una barrera, con su chaleco reflectante de la organización y un pinganillo que le hacía sordo con el exterior era nuestro único escollo.
-“Por aquí se pasa donde los artistas, ¿no?”. Y el tío no se enteraba de nada.
-“Vale, pero yo quiero ir hacia el otro lado”. Y pasamos, no sé cómo, pero así fue.
La zona VIP, una barra de chapa, con las fuerzas vivas trincando y los demás a sacar ticket. La chica morena que los daba dice que el año pasado no era así.
Por allí andando el Mariano García, más sólo que la una. Es un interesado. Nos acercamos a saludar y se dio la vuelta. Si te come la polla es porque te quiere sacar algo. Ahora está muy pesado con los Sínkope y parece que ya no existe nada más en el panorama musical. Ya hablaremos de él en otra ocasión.
Por allí también andaba el Óscar de Lujuria, todo maqueado, con un sombrero heavy total. Habían tocado demasiado pronto para los que venimos de Madrid. El Óscar es superenrollao. En el viña nos hicimos una foto con él. Nos la echó su chica, que era muy maja también. Creímos reconocer a uno de Vantroi, pero no estamos seguro.
Allí, y siguiendo con el morro, entramos justo debajo del escenario, donde salieron a saludar Kiko Veneno y el Canijo de los Delinqüentes, y nos cayeron unas fotillos. Todo esto mientras Albertucho daba su recital.
Unos chavales de una revista cultural me confundieron con un colega suyo y nos echamos unas risas por el suceso.
Nos salimos para ver a los garrapateros, que montaron un show vitalista y gamberro. Kiko nos contó que se uniría a la fiesta, y así fue, participando en el mismo tema que en el disco: “Chiclana”.
Aquello ya bullía como debía. Aunque siempre había mucho hueco para estar a gusto e irse a pedir o darse una vuelta. Lo malo y desastroso, como siempre: Los baños y el aseo personal de cada uno, que deja mucho que desear. A veces no sé si nos tratan como a cerdos porque creen que los somos, o porque lo somos de verdad.
De la apoteosis de los Delinqüentes al “apocalipsis” de Tierra Santa. Heavy metal del bueno. Siguen girando con su último disco “Apocalipsis”, sonidos épicos y letras cargadas de autenticidad. “Rumbo a las estrellas” me sigue conmoviendo. No podían irse sin descargar su “Legendario” sobre el escenario de este Extremúsika. Sin duda la representación más acertada del heavy metal en castellano en un festival.
Los horarios se iban cumpliendo puntualmente y llegaba el turno de los Sínkope. Que además son de la tierra y cerraban el cartel.
Vito y sus amigos descargaron buen rock cañero. Las guitarras van acompañando con vehemencia la voz cascada de don Vito, que desgrana las inmemorizables letras de sus discos. Yo tan sólo he conseguido aprenderme lo de “¡Y hacer manojos!”, y lo de “to colocao, to colocao”.
Mientras Sínkope van terminando, necesidades bajas nos van alejando del escenario hasta llegar al carro y tirar para el hotel. Es el primer día de un Extremúsika que por hoy ya ha merecido la pena.
Jornada II
Tras madrugar poco y desayunar un poco también, nos dimos una vuelta por Cáceres Monumental. Un poquito de vuelta nada más, que las piernas había que reservarlas para el maratón de conciertos que nos esperaban.Nos alejamos de la zona turística para comer un poco más barato. Así fue.
Eran las 19:05 cuando aparecimos de nuevo por el Extremúsika. Nos hubiera gustado ver a Vantroi y a Porretas, pero no puede ser todo.
Cuando entramos en el recinto hípico ya estaban los Boikot en el escenario. Fuimos para allá, el lorenzo picaba y los bolsillos pesaban: cacahuetes y botes de cerveza.
La caña de Boikot se transmitía rápidamente por un público entregado a estos músicos rojeros. Muchas referencias antiimperialistas y reivindicaciones varias y un sonido que no dejaba a nadie quieto. Aún no estábamos calientes, aunque el sol hiciera de las suyas, pero a pesar de todo vibramos con el concierto.
Los pelos como escarpias con el tema antimaltratos: “Bajo el suelo” en el momento en que saltan voces femeninas puño en alto: “Y volveré a ver el cielo y tú, estarás diez metros bajo el suelo”. Como fin de fiesta la esperada versión de “Kualquier día”. Mereció la pena que fuese de día para ver botar a toda la peña.
Tras Boikot, Barricada, no sabemos si el sonido iba mal o era una táctica para irlo probando, pero el caso es que empezaron con “Animal Caliente” casi cantado por la gente en su totalidad. Siguieron temas de siempre, como “No hay tregua”, “Todos mirando”, y alguno de sus últimas creaciones como el “Sean Bienvenidos” o “Loko”. Hacía un sol de justicia, la botella de Amstel quedaba perfecta en el cielo azul y le eché una foto. Ahora era de justicia salir de allí a renovar líquidos.
El Extremúsika, como todos los festivales, vuelve a ser otro macrobotellón, pero de estos no hablan los medios. Nadie habla de una juventud perdida. Nadie habla de violencia.
Menudas caritas me traía la peña, sobre todo este segundo día. Algunos no bebían agua por aquello de no mezclar. Pero no ví ni una puta pelea, aunque “haberlas haílas”.
Quizá el consumo moderado de tranquilizantes ayuda a relajar músculos e impulsos violentos.
Este año ha predominado “la maría”, frente al hachís o la coca. Aunque hay de todo. Algún crapulilla se metía los rayajos delante de nosotros mientras tocaba alguna banda.
Nunca habíamos visto a los Mojinos y la verdad es que fue una gran sorpresa. “El Sevilla” es un auténtico animal en el escenario. El sonido muy potente. Es un grupo que no te lo puedes tomar en serio pero que a la vez es bastante serio. Nos partíamos con su “No vale pa’ ná”, versionando el tema de Status Quo “Whatever you want”. Fue un espectáculo con un guión perfecto.
Y por fin, “La Cabra”. Nuestro admirado Lichis. Maltratado últimamente después de su infernal gira, con el “No me llames iluso” tirando de su pelvis para abajo. Agotaíto de caña en rama. Lo volvíamos a ver en directo presentando su nuevo disco: “Hotel Lichis”. Mucho más rockero y menos showman (hay cosas que sólo se pueden hacer en determinadas circunstancias), salió con su bajo, recuperando a Julián Kanevsky a la guitarra y rodeado de otros músicos igual de buenos y cuyo nombre no he podido memorizar y he preferido no buscar.
Sonaron muy bien, arrancando con las “13:14”, siguió con temas difíciles de interpretar como “Ay, poetas”, “Hotel Lichis”, “Pinocho”. Tan autobiográfico como siempre, “tú tienes tu canción, yo mi psicoanálisis pagado”, “que se joda la poesía si es a costa del poeta”. Sacó también del portacedés canciones como “Felicidad” que sonó mejor que nunca, o “El hombre lobo y la mujer pantera”.
Contaré una anécdota: “En el Mediatic Festival” de 2003 pudimos saludar al Lichis, estaba en la cima del éxito: Hablamos de Barón Rojo, de Vallekas, del Hebe. Le dije que había hecho una letra basándome en “Ni jaulas ni peceras” que llamé “Ni listos ni voceras”, dedicada a mi nena y sus problemas en el trabajo. Le dije que algún día se la pasaría. Todavía está esperando.
Tras el Lichis, el bajón: Nos fuimos a comer un poquito de morcilla y a escuchar música en un chiringuito porque “Los Despistaos” no nos gustan nada. Con todos mis respetos.
Luego vimos empezar a Kreator, pero tampoco nos quedamos mucho. En fin, nos fuimos dejando llevar hasta que llegaron Reincidentes.
Con su vertiginoso ritmo de enlazar un tema tras otro, nos fueron llevando al éxtasis reivindicativo, al igual que Boikot. Sonaron las que nunca pueden faltar ya: “Vicio”, “Dolores”, “Latinoamérica”. Para cerrar la actuación con su “Jartos d’aguantar”.
Esta vez no vi como mis manos lanzaban un mini de calimocho al aire, esta vez me porté bien.
Tras los Reinci, los barones. Saltaron al escenario estos auténticos veteranos con carácter. Los hermanos De Castro y su banda entregados al oficio de “girar” por donde los reclamen. Estuvo muy bien. Los clásicos de siempre: “Cuerdas de acero”, “Hermano del rock&roll” o “Los rockeros van al infierno”. Nada como recordar el volumen brutal y algunas cosas más.
Para nosotros, este fue el fin de fiesta. Quedaban Celtas Cortos, pero las fuerzas y las ganas habían menguado suficiente como para pasar de ellos. Así, fuimos hacia el coche y buscando un sitio donde comer churros llegamos al hotel. Al día siguiente, carretera y manta. ¿Vimos a los Boikot en la gasolinera donde paramos a repostar? Puede ser, pero nunca lo sabremos.
¿Me mandarán los de la revista cultural la foto de su colega que se parecía tanto a mí?
¿Volverá Mariano García a salir desde un lateral para que la gente aplauda más a Sínkope?
En fin, muchas preguntas e infinitas respuestas.
Ahora, desde mi pantalla, me pongo a Los Suaves, con la mirada puesta en el Viñarock: “No, no puedes dejar el rock, no, no puedo dejar el rock”.
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